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“Desinformación y pandemia. La nueva realidad”, de Raúl Magallón

En su libro Desinformación y pandemia. La nueva realidad, Raúl Magallón se pregunta qué habría sucedido si los fact-checkers no se hubieran unido a nivel mundial para verificar más de 6.000 informaciones y contenidos dudosos o engañosos. 

Y hablamos de mundial porque —y esta es otra de las interesantes reflexiones del libro— esta crisis afecta a todo el planeta a la vez y, por tanto, podemos estudiar y analizar lo que está ocurriendo en todo el mundo. El autor cita a Santiago Alba (2020) al decir que esta sensación de irrealidad se debe al hecho de que, por primera vez, nos está ocurriendo algo real. Es decir, nos está ocurriendo algo a todos juntos y al mismo tiempo. Al respecto, Innerarity (2020) señala que la crisis del coronavirus es un acontecimiento pandemocrático, como todos los riesgos globales. Se da la paradoja de que un riesgo que nos iguala a todos revela al mismo tiempo lo desiguales que somos, provoca otras desigualdades y pone a prueba nuestras democracias. 

Vivimos inseguros, y como indica Margallón, el hecho de sentirse inseguro no es un estado natural para nosotros: le indica al cerebro que las cosas no están bien. El cerebro luego busca información para resolver la incertidumbre. Este deseo de respuesta y de búsqueda de una solución es la razón por la cual los sentimientos de incertidumbre nos llevan a procesar la información de manera más sistemática y profunda con la esperanza de encontrar respuestas. Y frente a más búsqueda de información, más posibilidad de información falsa o errónea, más bulos, y más conspiranoia. Porque una de las características de la pandemia era que no sabíamos cuánto sabíamos. Todavía hoy hay muchas cosas que aún no sabemos sobre este virus y esa falta de comprensión permitió crear un vacío que se llenó fácilmente con teorías de la conspiración y con procesos simultáneos —aunque muy diferentes— de desinformación. Además, y pese a no ser novedoso, el hecho de que en periodos de alta intensidad informativa y acontecimientos imprevistos la ciudadanía necesite con mayor urgencia ampliar sus datos, asentar percepciones y obtener detalles sobre los hechos narrados en las noticias, tradicionalmente ese conocimiento sobre la realidad era, casi en exclusiva, mediado a través de medios de comunicación convencionales. Sin embargo, las redes sociales y los sistemas de mensajería como WhatsApp o Telegram han desarrollado un ecosistema informativo que en muchas ocasiones queda fuera del radar de los medios de comunicación. 

Si la realidad se detuvo cuando empezamos a comprender la importancia de la pandemia, la resaca del tsunami de desinformación nos ha permitido captar una visión panorámica de sus procesos, de sus formas de distribución y circulación, y también de sus motivaciones y primeras consecuencias. 

Vivimos un momento de normalización de todos los procesos de desinformación en la esfera pública. No asistimos solo a un fenómeno que afecta únicamente a la desinformación de carácter político, sino, y quizá sea más importante, a los bulos relacionados con la inmigración o la ciencia. En este escenario, la mediatización extrema generada por el confinamiento reforzó la idea de que el miedo y la desinformación están estrechamente vinculados. Cuanto menos se puede ver y comprobar la realidad físicamente, más dudas aparecen sobre el contenido cierto de los acontecimientos y también de sus consecuencias. 

Este libro se centra en el ecosistema informativo como una ventana desde la cual intentar relacionar y explicar las demás. La normalización de los procesos de desinformación, el miedo como impulsor de sobredosis informativas, el cansancio y la fatiga como mecanismo generador de autoprotección informativa o la polarización como herramienta estratégica de distorsión de la realidad se plantean como las problemáticas más evidentes. La batalla contra la desinformación no sólo está en detener su viralización o hacer más sexy la verdad, también está en la capacidad para generar de forma rápida dudas en la ciudadanía que hagan que esta decida no compartir una información no contrastada. En este contexto, y durante las primeras semanas de la pandemia, fue más importante detener la desinformación que dar una información —parcial e incompleta— de la evolución de la crisis.

El hecho de que la pandemia tuviera una línea cronológica relativamente similar a nivel global hizo que, por primera vez, se pudieran estudiar los procesos de circulación, distribución y difusión en tiempo casi real de la desinformación. Explicar cómo se han difundido esos mensajes es el objetivo del libro.

Se puede comprar en Ediciones Pirámide.