​(IV) El control TIC de la participación democrática y el comportamiento electoral del votante

  • 12 noviembre, 2018
  • Por Xavier Peytibi

Diálogo del pasado 8 de noviembre entre Rafael Rubio, profesor y director del Grupo de Investigación sobre Participación y Nuevas Tecnologías de la UCM y Antoni Gutiérrez-Rubí, director de ideograma.

Gutiérrez-Rubí y Rubio debatiendo sobre tecnopolítica

Rafa Rubio inicia el diálogo confesando que la semana anterior, repasando papeles, descubrió que ya en 1998 había escrito sobre la tecnopolítica y lo que ello conlleva. Hace ya veinte años. El efecto de Internet para la sociedad ha sufrido fases distintas, pasando del momento mágico y dulce, ciberoptimista, donde pensábamos que las máquinas lo arreglarían todo y mejorarían la democracia y nuestro futuro; a la actualidad, donde hemos caído justo en lo contrario. Pensamos en los efectos negativos de la Red, y si estas redes destrozarán la democracia, y que la tecnología puede ser más peligrosa que útil. Ulrick Beck lanzó su libro de “Enemigos de la democracia” en el año 2000. Si lo publicara ahora, seguro que hablaría de Internet como uno de esos enemigos.

Para Rubio, la realidad entre ciberoptimismo y ciberpesimismo debería estar en un punto medio. Ese punto de cordura es la realidad. Las tecnologías no son un mundo paralelo. Esa es la clave. Debemos entender que el uso de la tecnología tiene consecuencias en el mundo real, y ya no solo para quien usa la tecnología, sino también en el mundo de quien no lo ha usado nunca. Internet cambia el modo de hacer todo, de pensar, decidir, y hacerlo todo, incluyendo la guerra. Lo ha cambiado todo de manera radical.

Para Antoni Gutiérrez-Rubí, y respondiendo a los veinte años que citaba Rafa Rubio, hay que recordar que precisamente Google solo tiene 20 años. Es un tiempo corto pero acelerado. Se han cambiado las ecuaciones de modo radical. De las diez empresas con mayor poder bursátil en la actualidad, todas son tecnológicas. El valor para cualquier empresa es la información. Por eso tenemos mediadores, como buscadores, que han colonizado estos veinte años disruptivos.

Si pusiéramos en una caja toda la información que tenia la humanidad hace diez años, esa cantidad de datos hoy la humanidad lo produce diariamente. Nada ha sido nunca tan transformador, y eso nos afecta en la vida cotidiana, y ena la política, a esto le llamamos tecnopolítica, y tiene que ver con la gestión y también con los contenidos. Y, por supuesto, tiene retos.
Esos tres retos son:

1. Enorme aceleración de la transición entre pensar, decir y hacer. Antes teníamos tiempo entre cada uno de estos verbos. Ahora no. Todo sucede en tiempo real. Y cualquier persona, o al suma de ellas, tiene el poder cambiar la agenda pública. A finales de los años noventa, con la CNN, hablábamos de su lema “está pasando, lo estamos viendo”. En la actualidad, pasamos a “está pasando, lo estás diciendo, tuiteando…”. No hay espacio de transición.

2. Pérdida de relaciones causales y aumento de relaciones secuenciales. Una relación causal es que algo pasa por algo. Hay un inicio y una consecuencia. La relación secuencial es un cambio. Todo va rápido. Se sustituye la pregunta por las respuestas. Lo que vemos en el timeline va eliminando, sustituyendo, diluyendo, lo anterior. Perdemos la referencia causal. Y eso es un problema para la acción política.

3. Lo táctico se impone sobre cualquier otra disciplina. Deberíamos pensar a medio y largo plazo para no cometer errores. En cambio la tecnopolítica nos lleva al imperio de lo táctico. Hay una clara dependencia de la inmediatez. Líderes que ya no se reúnen, sino que hablan por whatsapp. No hay capacidad de reflexión, la estamos perdiendo, la pierden los líderes. Y todo ello tiene consecuencias en debilidad de la política.

Rubio lo acepta, bajo una premisa: ahora primero hacemos, luego lo contamos y luego lo pensamos, en el mejor de los casos. Se invierte el proceso. Lo mismo ocurre en los medios. Primero se publica el titular, luego ya crean el contenido. Vivimos en un mundo donde hay un afán de adelantarse al tiempo. Lo prioritario es ser el primero. Si la idea es buena o mala ya se verá después. Y eso influye en el trabajo del consultor político. Desde el punto de vista del consultor, marcar los tiempo es importante. Y es muy tentador jugar con esta inmediatez. Pero debemos ser capaces de mirar en perspectiva.

Eso deben también aprenderlo los líderes políticos, explica Gutiérrez-Rubí. Lo primero que le dice a sus clientes es que estén preparados para perder el control del tiempo y de la información, que eran atributos del poder. Ya no controlan el tiempo, donde la inmediatez es lo más importante. Tampoco están en condiciones de administrar la información: de cuando sale y de cuanta información quieren dar.

En política, se genera democracia instantánea. Hoy, los grandes lentos pueden perder contra los pequeños rápidos (una frase de Nikesh Arora, ex ejecutivo de Google). Hasta hace poco, ejercía el poder quien tenía recursos y poder. Tamaño y posición. Eso esta superado por la emergencia de los pequeños rápidos. Se está transformando el poder de manera extraordinaria, hoy en día también los micropoderes pueden ganar. Ser rápido es más importante que ser fuerte. Y es más importante ser rápido y ágil que ser grande. Esta transformación del poder nunca la habíamos visto.

Pero no surge de la nada, indica Rubio. Hay plataformas que hacen posible todo esto, pero son ya se han convertido grandes. Internet permite organizarnos, pero donde más se nota es en la capacidad de organización. Son estas plataformas las que han ido adquiriendo poder a lo largo del tiempo. Decíamos que Internet terminaba con la mediatización y que se podía hablar a todo el mundo desde una cuenta personal de redes. Por su experiencia, Rafa explica que no es cierto. Un tuit de rajoy llega a poquísima gente, no más que el público que ve de madrugada un anuncio de teletienda. Son esas plataformas las que hacen ahora la intermediación. Son ellas las que ponen en contacto a la gente, e influyen en cómo se ponen en contacto. Y eso acaba introduciendo estos escenarios de la democracia. Lo que leemos en Facebook depende de un algoritmo. Nos han intermediado, y sin darnos cuenta. Eso genera lógicas de polarización, que dificultan que exista un espacio común, donde conversar.

Gutiérrez-Rubí se muestra de acuerdo. De hecho, ya tenemos suficientes datos para saber que la agitación digital polariza más. Las sociedades se fragmentan por el efecto burbuja. Ese líquido amniótico confortable donde acabas leyendo lo que da placer, y alimenta los prejuicios. Y no hay como un prejuicio para no tener que pensar. Eso son: atajos para pensar y decidir. La burbuja tiene efecto perverso pero basado en una realidad concreta. Antoni pregunta si alguien en la sala lleva diarios impresos. Dos personas alzan la mano. Pero, en realidad, en ningún momento dudamos que el resto de personas presentes sí están informadas, y es probable que incluso hayan opinado de política hoy. Eso es la desintermediación.

Vivimos en un mundo donde la desintermediación cambia de manos, con empresas que obtienen tres tipos de datos:

1. De identidad. Se trata de datos muy precisos. La trazabilidad digital que dejamos da muchos datos: quiénes somos, qué hacemos, dónde vivimos… La segmentación es extraordinaria.

2. De comportamiento. Qué hacemos, nuestros patrones de conducta, en qué orden entramos en las informaciones… en resumen, nuestro comportamiento digital. Es una nueva demoscopia.

3. De información sobre nuestras emociones. Qué cosas nos crean intangibles emocionales. Porque lo que sentimos se convierte en lo que pensamos.

Podríamos decir que, en la era de la abundancia, caminamos cada vez senderos más estrechos, donde saben más de nosotros, de lo que nos gusta, de lo que nos puede impactar y hacernos decidir. Por eso es importante seguir atentos. Estamos en un momento de debate. Lo bueno y malo de esta tecnología es que es acomodaticia, muy fácil e intuitiva. Y hace que bajemos la guardia y nos hace más dependientes y vulnerables. Y de ahí se aprovechan también las fake news, aunque sabiendo que a Rafa no le guste el uso de la palabra.

Es cierto, indica Rubio, pero porque lo de hacer fake news es una acusación ya talismán para protegerse ante la libertad de prensa. Eso difumina el concepto. La propia comisión europea dijo de dejar de hablar fake news y hablar de desinformación. El problema es más complejo que meras noticias falsas. Existe una desvinculación entre la información y la verdad. El pluralismo nos obliga a no decir la verdad, y lo relegamos a un segundo plano. Ahora resucitamos la necesidad de la verdad. Olvidando que la democracia dice que se puede llegar a la verdad y llegar a la verdad con el diálogo.

Porque toda la información es manipulada, y requiere un proceso de manipulación, e incluye elementos de subjetividad. Y ahí nos encontramos con esos sesgos cognitivos y burbujas. Y es peligroso porque no tenemos como descubrirlo.

Gutiérrez-Rubí y Rubio debatiendo sobre tecnopolítica

Para Gutiérrez-Rubí, respondiendo a Rubio, ahora sabemos que no hay correlación entre desinformación y procesos electorales, pero en algunos casos si se ocupa la agenda pública. No se sabe a ciencia cierta si realmente la industria de la mentira puede afectar. Pero tenemos pistas. Bolsonaro ha tenido como elemento nuevo el protagonismo de Whatsapp. En Brasil hay 120 millones de usuarios, de los que el setenta por ciento se informa de política por ese canal. El equipo de Bolsonaro creaba más de 100 contenidos. Ocupaba la atención, que ocupa tiempo y estimula a compartir. Para lograr una influencia instantánea, para ser distribuido. Mientras te tengo ocupado con comida basura informativa, no te dejo tener otras ideas e impulsos. Para la desinformación, la mejor arma no es la regulación, sino la educación cívica.

Para Rubio, cuando a la desinformación le añades el análisis de voto, big data, testeo de mensajes… todo cambia. Por ejemplo, Donald Trump testeaba 60.000 mensajes cada dia. En cambio, Hillary testeó 65.000 en toda la campaña. Por lo tanto, no se trata sólo de llegar al público, sino que es también asegurar que el impacto va a ser real.

Otro tema importante que hay que añadir a la ecuación es que cada vez decidimos más tarde nuestro voto. En 1997, en los quince días de campaña, se decidieron el 13% de los votantes. En 2105, fue el 36%. Y fue un 18% el último día. Y ese voto, usando big data, desinformación… se puede empujar.

Porque lo importante no es tanto que nos llegue un determinado contenido, sino que ese contenido nos lo envía alguien conocido, y los conocidos superan en un 18-20% la credibilidad de los medios y las instituciones. ¿Creeré más a facebook que a pepe? Nunca.

Eso es especialmente importante entre los indecisos. Incidimos en ellos con la hipersegmentación, con el uso de algoritmos, con información falsa… todo son herramientas que en el momento justo influyen en el voto. Además, se crean y se multiplican. Por supuesto que la educación es un arma, pero hay que seguir pensando.

Gutiérrez-Rubí añade, en contraposición, algo más positivo para las campañas e incluso para la democracia. Y es que las tecnologías también permiten desbordes. Por ejemplo la campaña de Manuela Carmena a la alcaldía de Madrid en 2015. Una campaña de desbordes, ya que son los ciudadanos quienes se hacen suya la campaña. La Red también es una tecnología para fiscalizar el poder, para organizarnos, para hacer más campañas cívicas y menos de partido, más participativas… Hay dinámicas nuevas. Y todo sucede en muy poco tiempo.

Existe una pérdida de vínculo ideológico con las ofertas políticas. Muchas personas que tienen entre 20-30 años habrán votado a diferentes fuerzas políticas. Para los que tienen más de cincuenta, era “su” fuerza política, porque era realmente la suya y la sentían como suya. Se produce una dinámica nueva por la que los electores votan con el compromiso, confianza, elementos ideológicos pero que no lo parecen tanto. El voto se gana y pierde en detalles, horas, valores…. Que no son cleavages tradicionales.

Los indecisos no se reducirán, sino que aumentarán. Si tenemos tanta información, ¿para qué decidir ya mi voto?.  Protejo mi decisión, la hago más íntima, más personal, hasta el último minuto. Es un elemento nuevo. Por eso la campaña permanente debe durar hasta el último segundo. Aumenta así la fragilidad del voto cautivo. No se votará en clave ideológica sino voto instantáneo, por la emoción, el dato… Precisamente por eso, nuestra atención, y la retención de la atención es lo más importante. Por ejemplo, decidimos en tan sólo cinco segundos si continuamos leyendo un artículo de la web. Cinco segundos.

A veces, parece que vivamos en un mundo exprés. Ambos ponentes terminan: ¿Realmente queremos una democracia exprés? Tal vez haya cosas que no deberían serlo.

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